Tres siglos antes de que las potencias europeas
acordaran la libre circulación de trabajadores, los músicos
barrocos recorrían el continente mostrando su arte y recibiendo todas
las influencias. Los antecedentes del concepto de Europa no deben buscarse
en los políticos del momento ni en los autores de las primeras declaraciones
paneuropeas (la fundamental fue pronunciada en 1950 por un ministro francés
con nombre de músico: Robert Schuman, todo un símbolo), sino
en Vivaldi, Haendel, Telemann, Scarlatti... La armonía de las
naciones. La Europa barroca es el título de la quinta edición
del festival Musika-Música, que se celebra este fin de
semana en Bilbao. Un recordatorio de que el arte unió algo que la
política ha tardado tanto tiempo en consolidar.
Haendel compuso en 1749 la música para los Reales fuegos de artificio. / EL CORREO |
El barroco comenzó con la construcción de la iglesia de Gesù,
en Roma. Ese magnífico edificio contiene muchas claves de la esencia
de aquel período artístico: una fachada que estrictamente
no parece la de un templo y que oculta unas naves con abundancia de ornamentación,
en las que hay un sutil espíritu de teatralidad. Así es también
la música de ese período que abarca desde los estertores del
siglo XVI hasta bien avanzado el XVIII.
Una etapa en la que la figura del artista adquiere un carácter nuevo.
El compositor deja de ser un artesano que sólo puede trabajar para
la Iglesia. Las distintas cortes del continente comienzan a tener también
músicos a su servicio, y a partir de 1637, con la apertura del teatro
de San Cassiano, en Venecia, el pueblo llano accede a un arte que con anterioridad
sólo se podía disfrutar en el templo. Ya no habrá únicamente
música para las ceremonias religiosas y las fiestas oficiales.
Los artistas barrocos usan de la ornamentación y desarrollan la música
instrumental, dando un papel preponderante al órgano, el violín,
el clave y algunos instru- mentos de viento como la flauta y el oboe. Y
descubren que se puede hacer teatro cantado: la ópera es una de las
grandes aportaciones del barroco.
Hay dos escuelas claramente diferenciadas en un mismo período artístico:
el barroco del sur de Europa, sobre todo de Italia, es más colorista,
más ligero, más melódico; el del centro y el norte
del continente es más denso, tiene más desarrollo en sus melodías.
Pero éste es sobre todo un tiempo de mestizaje. No sólo porque
también exista un barroco en América latina que vincula la
tradición europea a los ritmos autóctonos. Sucede además
que los compositores de ese tiempo, por primera vez en la historia, se mueven
con libertad por el viejo continente y toman influencias de cuantos lugares
visitan.
Influencias mutuas
Vivaldi nació y residió la mayor parte de su vida en Venecia.
Pero fue invitado a Amsterdam y los últimos cuatro años de
su biografía transcurren en Viena. Telemann, natural de Magdeburgo,
vivió en Leipzig, Sorau, Hannover, Cracovia, Fráncfort, Eisenach,
Bayreuth y París, para ir a morir a Hamburgo. Scarlatti nació
en Nápoles, y más tarde residió en Venecia, Roma, Lisboa
y Madrid, donde falleció. Haendel vio la luz en Halle, y más
tarde estuvo instalado en Hamburgo, Roma, Nápoles, Hannover y Londres.
Rameau, nacido en Dijon, vivió en Milán, Aviñón,
Montpellier y París. El propio Bach, que no salió de lo que
hoy es Alemania, vivió en una decena de ciudades, en algunos casos
muy distantes entre sí.
Los músicos no entendían de fronteras. El creador del oratorio
inglés había nacido en Alemania; el compositor de más
éxito en la corte de Madrid lo hizo en Italia. Rameau aprovechó
su visita a este último país para conocer el modo de composición
italiano a sus obras. Couperin, en fin, muestra quizá mejor que nadie
esa mezcla en una de sus obras, Les Goûts Reunis, donde
combina el estilo francés y el italiano.
De todas esas influencias mutuas saldrán también nuevos géneros:
la sonata, el concerto grosso (con varios instrumentos destacados
que dialogan entre ellos) y el concierto para solista. Es música
concebida con distinto afán a la que escribieron los compositores
de siglos anteriores. No ilustra oficios religiosos ni ensalza o conmemora
a ningún gobernante.
En ese contexto destacan unos artistas nuevos que ejercen un papel esencial.
Una figura desconocida hasta ese momento, la del intérprete estrella
que se dará sobre todo en la ópera aparece en
escena. El director de orquesta aparecerá más tarde, ya en
el Romanticismo, pero durante el barroco algunos instrumentistas, los cantantes
en general y los castrati en particular serán los protagonistas.
También ellos recorrerán Europa, muchas veces acompañando
a los compositores. Los divos son otro invento del barroco que
dominó el continente durante más de siglo y medio. La armonía
de las naciones se basó en una música liberada de ataduras,
creada por compositores cosmopolitas y popularizada por intérpretes
que el público podía amar. El barroco entronca así
con la modernidad.