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PRESIDENTE
Piterman posó desnudo en el banquillo del campo municipal de Mendizorroza.
Piterman.
Un ejercicio anómalo

Tomó el mando con moderación y ha acabado mostrando su lado más agrio

J. A. Martínez Viguri

La mala fama le perseguía desde su tormentoso desembarco en Santander, donde acabó por pelearse con todos antes de librar al Racing del descenso y salir a la carrera acosado por los accionistas opositores a su gestión unipersonal. A Dmitry Piterman se le conocía sólo por sus comportamientos y por sus palabras, que merecieron más reprobaciones que alabanzas durante su breve presidencia en El Sardinero.

Cuando se oficializó su entrada en el Alavés después de abonar al anterior propietario, Gonzalo Antón, tres millones de euros por el 51% de las acciones, la imagen retrospectiva de un Piterman polémico planeó sobre Mendizorroza. Pero no, en Vitoria se personó un inversor moderado en las maneras, amable en el trato y sinceramente agradecido por la acogida dispensada en una ciudad donde nunca pasa nada y casi nadie se solivianta. En suma, se estaba ante otro personaje, en apariencia renegado de su pasado reciente y dispuesto a ofrecer en el futuro la mejor versión de sí mismo.

Promesa cumplida

Bajo la pancarta de salida, el ucraniano prometió un proyecto ilusionante y el ascenso a Primera en un año. Así, a pecho descubierto. Hasta aquí ha cumplido. De acuerdo o no, nadie podrá negarle su parte de responsabilidad en el éxito albiazul. Porque él, con chandal y gafas de sol hasta en las mañanas de cielo gris, se siente uno más en la caseta, partícipe del triunfo, no tanto de la derrota como ha confirmado en los días de fútbol negado. En esto sólo le ha faltado rematar un córner.

Entrenador, preparador físico, estratega y motivador, Piterman, muy próximo al jugador, presidió desde la primera sesión el quehacer diario de la plantilla. Para los partidos renunció a la parafernalia del palco y se situó a pie de campo, sentado en el banquillo, sin llamar la atención de los árbitros, sus adversarios en Santander, al lado de su escudero Chuchi Cos, un ex delantero metido a técnico, asido a él desde que coincidieron en el Palamós, el primer ascenso común, a Segunda B.

El presidente no ha dudado en bajar al campo y dirigir los entrenamientos.
Las primeras semanas de Piterman al frente de la entidad vitoriana nada hacían presagiar que los acontecimientos se precipitarían en el momento más inesperado, con el equipo en progresión clasificatoria y la nave viento en popa. De repente, sin detonante ni aviso previo, presentó su otro perfil, el oculto pero real, el de un tipo descarado, transgresor y protagonista. Desnudo y musculoso posó ante la cámara para un reportaje en 'Interviú', en el que se proclamó adalid de la reconversión -"Puedo liderar la revolución en el fútbol", rezaba el titular.

Abrió también las puertas del vestuario de Mendizorroza, hasta entonces un recinto clausurado a las visitas indiscretas, a una reportera que primero correteó con los jugadores y después fue arrojada al jacuzzi, secuencias emitidas en un programa de televisión y desaprobadas por unos cuantos miembros del grupo que se vieron en culote. E igualmente calificó de "mamonadas" una queja que había lanzado Cos tras sentirse perjudicado por el arbitraje en Salamanca.

Asuntos judiciales

Fueron éstas las primeras salidas de tono de Dmitry, 'Tiritri' para sus cercanos, el adelanto de que habría más, mucho más. Piterman en estado puro. Mientras, con el conjunto en cabeza, se enfrascó en pleitos y se descubrió como mal pagador. Cesó a los últimos hombres de confianza de Antón -Liberal, Arriola y Urbina, éste último le denunció por despido improcedente- y tildó de "débil de carácter" al anterior presidente, contra el que más tarde se querelló.

Cartel contra Piterman en Mendizorroza.
Ambicioso pero también alocado en lo deportivo siempre trató de ofrecer lo mejor al plantel, aunque se enfrentara a la opinión técnica, para hacer realidad su palabra de ascenso. Por esto captó a Jardel y Mostovoi, dos estrellas ya sin luz, a las que ofreció una rehabilitación no asumida por ellas. Ambas huyeron al mes sin dejar rastro. Cuando pintaron bastos y los resultados dieron la espalda al Alavés en el inicio de la segunda vuelta, Piterman, en otra actuación camaleónica, se mostró apaciguado, sereno y confiado. Si se hubiera ajustado a su papel precedente, debía haber reventado.

Pero no. Esperó. Aguardó a la llegada de las victorias, a sacar pecho, para arramplar con todo. Unas quejas de Astudillo y Sarriegi a los métodos de trabajo tras caer con el Cádiz -la única derrota entre diez victorias- levantaron la espita y Piterman saltó por los aires. Necesitaba una excusa, alguien contra quien dirigir sus dardos y diatribas, y lo encontró en los medios de comunicación.

Al tiempo que se le fueron acumulando en 'Mendi' y en los juzgados las deudas e impagos con jugadores y técnicos desde la primer equipo hasta la escuela; ex empleados, proveedores, acreedores, clubes y asociaciones benéficas, el máximo accionista destapó su ira y mala educación. Impuso la ley del silencio a su caseta hace dos meses, cerró Ibaia, ofendió a periodistas, desacreditó a empresas informativas y defendió el insulto "como modo de expresión". Pues hoy que el ascenso es un hecho y llegan tiempos de felicidad queda saber qué Piterman surgirá. Cómo se expresará
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