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AULA DE CULTURA VIRTUAL

CÓMO CONCILAR FAMILIA Y TRABAJO

Dña. Teresa López
16 de mayo de 2003



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Todo esto pone de manifiesto, insisto, los enormes cambios que se están produciendo y ha dado lugar a familias de una menor dimensión en el marco de la Unión Europea. Por dar algunos datos, el 31% de las parejas europeas no tiene hijos, aproximadamente el 25% tiene un solo hijo y con dos hijos se encuentra un 18% de los matrimonios. Evidentemente, dichos cambios generan situaciones nuevas que al menos deben dar lugar a reflexionar en torno a qué está ocurriendo en la vieja Europa para no ser capaces de resolverlo. Porque, efectivamente, no es que la población no quiera tener hijos; de hecho, cuando se hacen las encuestas del Eurobarómetro y se les pregunta a los europeos qué es lo más importante en su vida, señalan de manera abrumadora que la familia, y cuando se les pregunta cuántos hijos desearían haber tenido, todos declaran que les hubiera gustado tener al menos un hijo más. Por lo tanto, algo está ocurriendo que nos sitúa frente a un panorama preocupante, donde la familia es lo más importante y, sin embargo, no podemos mantener la situación que teníamos hasta ahora.

Así las cosas, voy a terminar con algunas reflexiones finales sobre algo que planteé en un principio: la necesidad de incorporar la defensa de los nuevos derechos de las personas dependientes en el seno de las familias, esto es, de los niños y de los ancianos. Y para ello, en primer lugar voy a hacer una llamada a la unión de conciliación y corresponsabilidad. La primera es imposible si no existe la segunda por parte de la sociedad, de los poderes públicos, de la empresa y, como decía, del propio seno familiar. Y, por supuesto, la conciliación familiar y laboral no es sólo cosa de mujeres, sino de todos, por lo que deberíamos dejar de identificar, de una vez por todas, la conciliación con políticas de mujer, ya que eso se vuelve contra el objetivo buscado. Este segundo enfoque no es excluyente, simplemente deberíamos añadirlo al anterior, al ya existente, y debe tener en cuenta la igualdad de trato, pero también que los hijos tienen derecho a ser educados por los padres, que nuestros maridos tienen derecho a estar con sus mujeres y que los dos, padre y madre, tienen derecho a disponer de tiempo para compartir o dialogar, de manera que se reduzca ese grado de inestabilidad que vivimos actualmente. Y precisamente sobre esta cuestión hay un estudio sobre asuntos de familia relativamente reciente, realizado en el Observatorio Europeo, en el que se reflexiona en torno a la distribución de los tiempos y se hace un análisis de todo el ciclo vital de una persona, de su vida activa, y se comprueba algo por otra parte evidente: que no existe un equilibrio entre el tiempo reservado al trabajo y el tiempo dedicado a la educación de los hijos y a la atención de la familia. Es decir, se produce una clara concentración temporal en el trabajo y en la formación y educación de nuestros hijos entre los 25 y los 40 años, tiempo durante el que la gente se vuelca en tener una carrera profesional sólida, en asentar bien sus bases (de hecho, lo que no se ha conseguido profesionalmente a los 40 ó 45 años es difícil lograrlo después), pero en el que también se construyen las familias y se ponen las bases fundamentales para la educación de los hijos. Lo preocupante de todo esto es que, así como el reloj laboral podemos modificarlo, ya que la esperanza de vida es mucho mayor, no podemos cambiar, al menos por el momento, el reloj biológico. En consecuencia, según ese análisis hecho desde el Observatorio, el reparto actual del tiempo es, en relación con nuestro ciclo vital, un claro ejemplo de la falta de consideración que la propia sociedad tiene hacia las familias; especialmente, hacia los niños y hacia las personas dependientes.

Entonces, al hilo de lo hasta aquí expuesto, voy a concluir con tres ideas concretas y, en mi opinión, sumamente relevantes. La primera de ellas es que, hagamos lo que hagamos en materia de conciliación, esto es, cualquier política pública, cualquier iniciativa empresarial, cualquier actuación desde los sindicatos, nunca será bueno si esa actuación es para sustituir el papel de la familia. Los responsables de la educación y del cuidado de los hijos son, insisto, los padres; por eso, debemos ser capaces de ayudarles, ayudarnos, a desempeñar una labor que en definitiva redunda en beneficio de toda la sociedad y que nunca debe sustituirse. La segunda idea es que necesitamos una sociedad cohesionada si queremos que se desarrolle con un crecimiento económico sostenido estable. Esto exige alcanzar un claro equilibrio entre el tiempo dedicado al cuidado de la familia y el tiempo dedicado al trabajo. Y no me estoy refiriendo sólo al tiempo diario que dedicamos a una cosa y a otra, sino también al tiempo calculado a lo largo del ciclo vital de una persona, que es mucho más importante. Y la tercera y última idea clave, a propósito de algo que he resaltado en dos o tres momentos de mi intervención, es que la conciliación de la vida familiar y laboral nunca será posible si no existe la debida corresponsabilidad, la cual exige que se valore no solamente el trabajo que la mujer hace dentro del hogar, el trabajo básicamente educativo que hace con sus hijos, sino también su papel profesional.

En cuanto a este último aspecto, estoy segura de que la sociedad va a ir cambiando a medida que las responsabilidades estén mucho más repartidas entre mujeres y hombres. En una conferencia a la que acudí hace poco, en una mesa redonda en la que estaba la presidenta de un instituto de familia belga, se aludió a ciertos estudios que analizaban cómo funcionaban determinadas empresas cuyos cargos directivos estaban en manos de las mujeres. Y aunque obviamente no se puede generalizar, porque cada mujer, como cada hombre, es un mundo, lo cierto es que nosotras aportamos a la sociedad una sensibilidad, una formación y una capacidad de trabajo distintas, ni mejores ni peores. Aportamos algo diferente, enriquecedor y complementario a lo que aporta el hombre. Por lo tanto, esa conciliación y esa corresponsabilidad exigen valorar el papel de la mujer como tal, como persona y como alguien con igualdad de derechos pero a la vez enriquecedor y diferente al papel que ha venido desarrollando durante muchos siglos. Yo creo que esto nos debe hacer reflexionar y nos debe conducir a cambiar nuestro propio entorno. Así que verán cómo modificaremos muchas cosas de nuestra sociedad si cada uno de nosotros intentamos mejorar la familia.



 

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