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AULA DE CULTURA VIRTUAL

 

PICASSO Y LAS MUJERES


Dña. Paula Izquierdo
Escritora


Bilbao, 19 de enero de 2004



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En los primeros retratos que hizo de Jaqueline Roque, que es la última mujer con la que se casó una vez muerta la anterior mujer, con la que vivió durante 20 años y que ha sido una mujer muy controvertida, muy criticada por muchos porque consideraban que fue la mujer que le aisló del resto del mundo, de hecho, ella decidía si podía ver a sus amigos o no y a muchos de ellos les cerraba la puerta y, por supuesto, a sus hijos y a sus anteriores amantes. Su rostro es una combinación de la modelo Sylbette, con quien mantuvo un affaire pero que pronto se difuminó, y de su última amante Genèvieve Laporte. Jaqueline fue la mujer con la que más tiempo convivió, cerca de veinte años. ¿Fue a la que más quiso? ¿O fue, como aseguró Geneviève Laporte, ella la elegida, la más amada por el pintor, su verdadero amor, a pesar de su episódica relación? Françoise Gilot se quejaba en su libro de memorias publicado en 1965, Vida con Picasso, de que todos los días estaba obligada a levantarse temprano para enchufar las estufas del estudio del pintor. ¿Es éste el mismo hombre que conoció Fernande Olivier, cuarenta años atrás en el estudio de Bateau-Lavoir, cuando Fernande pasaba largas horas del día remoloneando tumbada en la cama, mientras Picasso barría la casa e iba a hacer la compra? Picasso no la dejaba salir de casa, la tenía encerrada y, de hecho, cuando Picasso salía y la dejaba a ella en casa, le escondía los zapatos para que no pudiera salir.

Hay algo de antropófago en los retratos que hace de forma casi compulsiva. Como si necesitara exorcizar sus sentimientos. Aprehender a la mujer amada a través de su pintura, poseerla hasta el agotamiento: ¿Hace el amor con ellas a través de su arte, hasta el hastío? ¿Da vida a sus amantes, para luego destruirlas cuando desaparecen de su pensamiento, de su deseo, de su pulsión sexual y, por tanto, de su pintura? ¿Qué sentían ellas?

Todas estas preguntas en torno al comportamiento de Picasso y a sus sentimientos tienen quizá una única y válida respuesta, respuesta que él mismo dio cuando le preguntaron por la génesis de Las señoritas de Avignon: "¿Cómo quiere que un espectador viva un cuadro como lo he vivido yo? ¿Cómo puede alguien penetrar en mis sueños, en mis instintos, en mis deseos, en mis pensamientos, que han tardado tanto tiempo en elaborarse y en salir a la luz, sobre todo para captar lo que he metido en ellos, tal vez, en contra de mi voluntad?". Picasso era un hombre contradictorio, en conflicto permanente consigo mismo, apasionado, trabajador, en ocasiones sumamente destructivo, a veces tierno; pero sobre todo era un artista, quizá el mayor genio del siglo XX. Poco sabemos de su vida privada, si no es por los testimonios de quienes lo conocieron o por los libros que sobre su vida con Picasso escribieron algunas de sus mujeres. No podemos entrar en su pensamiento, conocer sus deseos, pero tal vez nos acerquemos a rozar el ser humano que vive dentro del artista, ya que su vida, marcadamente sexual, es inseparable de su creación, como demuestran los miles de cuadros que realizó de las once mujeres más importantes de su existencia. Picasso hace el amor, crea a sus mujeres a través del arte, no cabe duda, pero también, llegado el momento, esa misma pintura, el pincel tomado como órgano sexual, es sustituido por una daga con la que las destruye.

Creo que es muy importante conocer cuáles fueron los daños colaterales y los daños directos que supuso para la gente de su alrededor la muerte de Picasso. Como he comentado, Jaqueline Roque no quería que nadie entrara en su casa, que nadie molestara al maestro, y lo fue aislando, apartando del mundo a lo largo de los últimos años de vida del pintor. Tanto es así, que no dejó ir al entierro a uno de sus nietos, Pablito. Este niño, traumatizado, el mismo día en que no le dejaron entrar en el recinto donde se estaba celebrando el entierro, ingirió lejía y murió después de una agonía brutal a los dos días.

Más tarde, la mujer con la que compartió, además de una hija, muchos momentos de su vida fue una chica, Marie Thèrése Walter, a quien conoció en las Galerías Lafayette cuando ella tenía diecisiete años y él estaba casado con Olga Koklova. Como estaba penado con la cárcel tener relaciones sexuales con mujeres menores de edad, se la llevaba a los sitios a escondidas; de hecho, cuando fue a veranear a Bretaña con su mujer y con su hijo, a esta chica la colocó en un campamento de verano para niños. Parecía que eso le producía mucho morbo, ir allí a tener relaciones sexuales con esta chica rodeado de niñas de la misma edad –e, incluso, más jóvenes–.

Marie Thèrése Walter fue abandonada por Dora Maar y, curiosamente, es de las pocas mujeres que mantuvo una relación más o menos estrecha y afable con él. De hecho, durante los treinta años desde que él la abandonó hasta que murió se siguieron viendo. Es más, como Picasso era muy supersticioso, la única persona por la que se dejaba cortar las uñas y el pelo era Marie Thèrése. Y, entonces, como tenía mucho miedo de que eso que había pertenecido a su cuerpo, que era parte de sí mismo, pudiera ser utilizado para hacer magia o cualquier tipo de brujería, Marie Thèrése lo guardaba en bolsitas con fecha.

No obstante, lo curioso de esto es que, después de treinta años de no tener una relación íntima con él, Marie Thèrése no pudo vivir sin él, es decir, Picasso iba a que se le cortara las uñas y el pelo, veía a su hija Amaya (fruto de su relación) y poco más. Sin embargo, ella le siguió escribiendo regularmente cartas y, además, una vez muerto Picasso, ella, después de una depresión terrible, terminó ahorcándose en el garaje de su casa de la Costa Azul.

La siguiente víctima directa es Jaqueline Roque, que en un momento determinado se pegó un tiro en la sien después de haber muerto Picasso porque decía que su vida sin Picasso no tenía sentido.

Otra víctima de la personalidad de Picasso fue Dora Maar, la fotógrafa, una mujer muy inteligente –yo creo que es la mujer que, por lo menos desde el punto de vista intelectual, más estaba a la altura de Picasso–. Estuvo encerrada en un manicomio cuando Picasso la abandonó y se aferró a la religión como única tabla de salvación. Murió medio trastornada, sola, en una de las casas que le dejó Picasso.

Ahora bien, además de esto, hay que tener en cuenta a toda la familia, a toda la gente que le rodeaba –de hecho, hay un libro publicado hace relativamente poco tiempo, que ha sido escrito por su nieta Marina y se titula Mi abuelo, donde explica todas las dificultades que ella atravesó para superar el trauma de haber tenido un abuelo como Picasso–. No solamente murió su hermano ingiriendo lejía, sino que su padre, que era el hijo de Picasso, también murió de una cirrosis porque Picasso nunca le quiso (de hecho, le hizo su chófer y siempre le pareció un inútil y una persona que no servía para nada). El hijo, con ese trauma que tenía por haber sido tratado así, utilizaba la bebida y la mala vida para poder superar la tristeza increíble y el desprecio que su padre tenía hacia él, y también murió a los dos años. De este modo, Marina se quedó sin padre y sin hermano, y tuvo que sobrevivir a dicha tragedia.



 

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