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AULA DE CULTURA VIRTUAL

La Fundación Grupo Correo está desarrollando este año un interesante programa de conferencias cuyas transcripciones ofrecemos en El Correo Digital.

Dr. D. Miguel Lorente Acosta, Médico Forense

MI MARIDO ME PEGA LO NORMAL
AGRESIÓN A LA MUJER: REALIDADES Y MITOS

Miguel Lorente posa con su polémico libro./ EL CORREO
Miguel Lorente: Buenas tardes, para empezar, debo reconocer que el título del libro sobre el que hoy les hablaré es un poco sobrecogedor, sorprendente, pero es que así fue como me quedé yo, sobrecogido, sorprendido, la primera vez que tuve delante de mí a una mujer maltratada y me dijo eso de «mi marido me pega lo normal».

Al margen del dramatismo de esta frase, lo que más me llamó la atención y lo que todavía me sigue sobrecogiendo es la actitud de la mujer que pronunció semejantes palabras. Había sufrido una agresión y encima estaba avergonzada de ser la víctima, algo que no ocurría con el resto de personas que yo veía en el juzgado, que exigían la cárcel para su agresor porque sufrían las consecuencias de la violencia. Efectivamente, en un principio, muchas de las mujeres maltratadas se comportaban de manera totalmente diferente; eran personas que se mostraban avergonzadas, que se creían culpables de lo que les había ocurrido y que no sólo no buscaban la pena para el agresor, sino que, por el contrario, pretendían que el juez, el fiscal, el forense, simplemente le llamara la atención y le dijera: «mira, no le pegues más a tu mujer, porque si no, vas a acabar mal». En definitiva, que cualquiera de ellos le diera esa especie de reprimenda que ella era incapaz de dar. Esto era lo que en un principio pedía la mujer maltratada a las instituciones.

Allá por el año 1992, esta situación me hizo empezar a estudiar el tema. Por aquella época estaba convencido de que íbamos a solucionarlo relativamente pronto; ahora, soy cada vez más pesimista, aunque al mismo tiempo, ese pesimismo me estimula cada vez más a seguir avanzando y seguir tratando de aportar algo con vistas a que esto cambie de una vez por todas. No obstante, la realidad es bien distinta. De hecho -insistiré en ello a lo largo de toda la conferencia-, hay una clara diferencia entre los motivos de agresión a una mujer y los que generan cualquier otro tipo de violencia interpersonal. El maltrato que sufre la mujer tiene un significado propio, y nada mejor que tener esta singularidad en cuenta para poder evitar que se reproduzca y para poder solucionar el problema poco a poco.

Hoy mismo escuchaba en la radio del coche, cuando venía desde Jaén, que un joven de Barcelona se había presentado en la comisaría diciendo que el jueves pasado había matado a su compañera después de darle golpes con diferentes objetos de la casa y apuñalarla repetidas veces. Mi primera reflexión ante tal hecho ha sido: ¿por qué la sociedad, en un determinado momento, dice: «hasta aquí hemos llegado»?, ¿por qué empieza a reaccionar de repente?, ¿por qué responde ahora ante un problema que siempre ha estado presente y por qué lo hace de una manera determinada y no de otra? Entonces, se me ha ocurrido comparar este asunto, de manera muy gráfica, con el deterioro del Coliseo romano, al que se le ha dejado ir deshaciéndose hasta llegar al estado actual. Es decir, ¿si se reconoce que se estaba consumiendo poco a poco, por qué no se ha tratado de mantener desde un principio para poder conservar y admirar la belleza de esa obra arquitectónica?, ¿o por qué no se le ha dejado consumirse por completo hasta encontrar un suelo raso? ¿Qué es lo que hace que en un momento determinado algo, alguien, responda para evitar que vaya a más un problema en el fondo reconocido? Y ya con respecto a este tema, ¿qué es lo que mueve a la sociedad a responder ante este tipo de problemas de agresión a la mujer?

La respuesta, al principio, era complicada, porque este asunto estaba íntimamente ligado con principios que regían las relaciones humanas y sociales, con reglas que eran vistas como normales y habituales, pero por otra parte, el ocultarlo no tenía sentido porque todos éramos conscientes de los casos de malos tratos; todos veíamos las noticias, todos veíamos en diferentes medios de comunicación cómo aparecían casos de mujeres maltratadas, asesinadas, de múltiples formas, a cada cual más cruel. Yo veía que los hechos no eran negados, sino interpretados con conceptos apriorísticos; que había un prejuicio, una oposición previa a la hora de valorar la objetividad. Todos partían de los mismos elementos: la violencia contra la mujer estaba presente en la sociedad y se manifestaba en forma de agresiones físicas o psíquicas, llegando al asesinato. Sin embargo, la oposición desde la que se observaba este fenómeno objetivo era totalmente distinta, como lo era, por lo tanto, su significado. Así que a la hora de ponernos de acuerdo sobre lo que estamos viendo y sobre las medidas que hay que tomar, partimos de un lenguaje diferente y escogemos soluciones dispares. La soluciónsería, entonces, intentar romper toda una mitología, esa serie de creencias que van recubriendo, una a una, la realidad: la agresión a la mujer. Ninguna de ellas es lo suficientemente opaca para ocultarla, pero sirven para alejarla de un análisis adecuado. Por eso, su desaparición supondría ponernos todos en el mismo lado, demostrar que estamos ante una realidad distinta a lo que es la violencia interpersonal y establecer medidas eficaces para la solución del problema.

 

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