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AULA DE CULTURA VIRTUAL

La Fundación Grupo Correo está desarrollando este año un interesante programa de conferencias cuyas transcripciones ofrecemos en El Correo Digital.

Michael Robinson, comentarista de fútbol en Canal Plus

'Lo que el ojo no ve'

Michael Robinson./ EL CORREO
La cosa probablemente más importante que he hecho en mi vida, tras haber jugado al fútbol, ha sido presentar El día después, un espacio deportivo de Canal Plus. Cuando uno está jugando al fútbol, lo mejor que puede hacer es marcar un gol; pues bien, tuve la suerte de poder marcarlo en un medio como la televisión gracias a la insensatez de sus dirigentes, que me permitieron hacer dicho programa, del director general, don Juan Cueto, un hombre al que quiero muchísimo, y del director de deportes, don Alfredo Relaño. Yo me convertí en delegado de Eurosport por casualidades de la vida, porque, en realidad, lo que quería hacer era trabajar en televisión, mas no en pantalla. El caso es que, un buen día, aterrizo en Canal Plus para vender los derechos de boxeo de un tal Don King (entonces, sólo había dos canales que ofrecían boxeo: Tele 5 y Canal Plus. Ambas están en Torre Picasso: la primera, en la planta 45 y la segunda, en el sótano), un tío medio loco, con los pelos de punta, un yanqui que era el promotor de boxeadores como Tyson. Cojo el ascensor, allí me encuentro con el señor Relaño y éste me dice: «Oye, Michael, eres justo el hombre con quien yo quería hablar ¿Te gustaría trabajar en Canal Plus?». Yo le pregunté: «¿Para hacer qué?», a lo que él me contestó: «Para que escribieras conmigo un programa sobre fútbol. Sólo tienes que hacer aquello que tú quieras hacer. Ahora, hay un programa codificado a las doce de la noche, y en él hablo de motor, de fútbol, etc. Tengo a Valdano y a Nacho Lewin, pero Valdano no va a estar el año que viene; por eso quiero que escribas el programa que te gustaría ver en la televisión. Se emitirá sobre las ocho de la tarde». Yo, como podéis imaginaros, estaba totalmente sorprendido, y le comenté: «¿Qué pasa, entonces, con los derechos de boxeo que venía a vender?», a lo que me respondió: «Los compro, pero sólo si trabajas para mí». «¿Y quién lo va a presentar?» -le interrogo un tanto apurado. «Tú y Nacho Lewin» -me contesta él. «Bueno, pues tenemos que hablar de esto -le aclaro-, porque ya me dirás qué tipo de presentador voy a ser con el nivel de castellano que tengo (hoy en día, todavía lo hablo mal, pero, en aquel tiempo, de 100 palabras, 90 eran tacos)». Y dicho y hecho; fuimos a hablar con Juan Cueto, éste, que estaba de buen humor, me dijo que mi castellano era perfecto y nos pusimos a escribir ese nuevo programa para el que Nacho Lewin había inventado una sección que se llamaba "Lo que el ojo no ve", necesaria en un espacio de esta índole, ya que, si bien habíamos visto faltas y goles, nunca nos habíamos percatado de que el juez de línea examinara los tacos de los jugadores cuando salen del vestuario, por ejemplo, o de que el botellero colgara la ropa en el vestuario.

Ahora bien, aunque era una sección muy buena, tenía, eso sí, un pero: que se agotaba enseguida, que no podía durar mucho tiempo, puesto que tanto lo de los utileros colgando ropa como lo de los jueces de línea examinando tacos son unos pocos casos con una fecha de caducidad próxima. Por eso mismo, decidimos ir un poco más allá y meternos en un terreno que, sorprendentemente, nos ha enseñado, a los profesionales de la televisión, cómo hacer nuestro trabajo. Me explico. Yo pienso que una obra periodística, en primer lugar, debe mostrar. Llevo 16 años viendo televisión en España y, cuando se quiere dar noticia de un suceso, lo único que se hace es relatar lo que ha ocurrido, no mostrarlo; si un hombre ha sacado una pistola y se ha liado a pegar tiros en un edificio, el periodista se sitúa en una calle cercana desde la que se pueda observar dicho edificio y cuenta lo que ha sucedido o lo que está sucediendo, pero nada más, y lo mismo ocurre en la tristemente famosa guerra de Afganistán, de la que se relatan cosas que no nos queda otro remedio que creer, puesto que nadie nos las muestra. Así que, la mayoría de las veces, en la televisión, acabamos haciendo radio o prensa escrita. En mi caso, tuve la suerte de poder contar con una serie de jóvenes periodistas que se decantaban profesionalmente por el mundo audiovisual, que querían indagar y mostrar a través de su cámara. Ellos fueron los que me comentaron que estaba muy bien eso de intentar ser cómico con las imágenes pero que podíamos ir más allá probando a colocar las cámaras en sitios inhóspitos para grabar secuencias curiosas, tanto por malas como por buenas. Entonces, no es una cuestión de suerte que la cosa salga bien o mal; en realidad, si tú quieres mostrar algo, al final, acabas mostrándolo. Si empezamos a enfocar y observar, acabamos mostrando sucesos de todo tipo, graciosos o trágicos -estos últimos, inevitables, aunque yo prefiera los primeros-. Esto es, entonces, lo que ocurre en esta sección de "Lo que el ojo no ve".

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