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AULA DE CULTURA VIRTUAL


CONFERENCIA-BODEGÓN ACERCA DE LO QUE SE COMÍA EN CASA DEL AUTOR

D. Álvaro Pombo
De la Real Academia Española y Premio de Periodismo El Correo 2005

Lunes, 24 de Abril de 2006

Agradezco a la dirección de El Correo / Vocento y por supuesto a todos ustedes, bilbaínos y bilbaínas, que tienen la amabilidad de reunirse esta tarde conmigo para compartir este concentrado almuerzo-merienda-cena irreales-verbales, designados por el estrambótico título de mi conferencia (Conferencia-bodegón acerca de lo que se comía en casa del autor). Estoy seguro de que muchos de ustedes acuden esta tarde a oírme poseídos por ese ligero escalofrío fascinado con que acude uno a los terrarios de los zoológicos para contemplar una bonita serpiente cascabel. Reconozco que este efecto de terrario-araña peluda-serpiente cascabel, debí producirlo con gran despliegue de recursos expresivos hace unos días por teléfono en mi entrevista telefónica para El Correo con Gerardo Elorriaga. Muy amablemente el periodista me preguntó de qué trataba esta conferencia que ahora mismo pronuncio, y mientras yo lo contaba, sentía ese regocijo seco, súbito y reptiliano que caracteriza en sus terrarios a las serpientes-cascabeles cuando son contempladas tras los gruesos cristales por los espectadores. ¿Qué es lo próximo que irá a hacer o a decir este Pombo-cascabel? -pensaba Gerardo Elorriaga-. Yo sentía una congelada y tensa atención al otro lado de la línea telefónica. Yo he sido switch board operator, es decir, telefonista, en el Banco Urquijo Limited de Londres durante muchos años. A consecuencia de lo cual he desarrollado una inmensa capacidad la percepción auditiva: las voces y las pausas telefónicas son un libro abierto para mí, los silencios, las caídas de los lapiceros, los carraspeos que acontecen al otro lado de la línea son un libro abierto para mí. En este caso, el fascinado silencio de mi entrevistador al otro lado del cristal del terrario telefónico era realmente divertido. Por fin me preguntó: ¿Entonces, don Álvaro, se trata de una conferencia sobre literatura y gastronomía? Esto fue un fogonazo resplandeciente que me hizo ver la gracia de la situación. No, no -me apresuré a declarar- por supuesto que no. Hubo de nuevo un gran silencio, equivalente a la aparición repentina de un ratoncito blanco en el suelo del terrario. ¿Qué irá a hacer ahora esta bruta Pombo-cascabel? Naturalmente, el estrambótico título de la conferencia es el culpable de todo: este título (Conferencia-bodegón acerca de lo que se comía en casa del autor), sólo tendría pleno sentido y no parecería un título estrambótico, si lo que se me hubiera concedido esta tarde fuera la medalla de oro a un certamen internacional vasco-francés al mejor soufflé de queso de todas las Vascongadas. Sería en este caso perfectamente delicioso que el ahora mundialmente famoso célebre chef Álvaro Pombo evocara los recuerdos de su infancia y primera juventud en su casuca montañesa y la gran habilidad de su abuela y madre y cocinera para transfigurar la materia prima de un simple queso en aéreo soufflé de queso. Pero el espléndido galardón que he recibido yo este mediodía es un premio a un artículo que trata de un viaje irreal a Bilbao. ¿Dónde está la conexión? ¿Qué tiene que ver Bilbao con las comidas que se comían en casa del autor? Al no tratarse de un premio gastronómico, sino literario, la única conexión lógica posible es la que hizo mi entrevistador de El Correo al preguntarme si se trataba de una conferencia sobre literatura y gastronomía. Tan lógica era esa conexión, que yo mismo balbuceé telefónicamente unos cuantos tópicos acerca de que los escritores también comen y que los personajes de las novelas realistas también comen. Creo recordar que hice referencia a Don Benito el garbancero, que comía garbanzos en Madrid y los portales de cuyas casas del Madrid decimonónico -por antonomasia galdosiano- olían con frecuencia a cocidito madrileño de la madre y de la hermana. Me referí también a la carne cocida con patatas que comen los huéspedes de los padres de Gregorio Samsa en La metamorfosis de Kafka. Me temo que llegué a hablar de los lenguados, del lenguado menier que Céleste le preparaba a Marcel Proust, quien, al final de su vida, ayunaba en compañía de su sirvienta y, con el ayuno, se acrecentaba su snobismo, así que decía a los amigos que le visitaban: "¿Puede alguno de ustedes ir al Ritz a traerme un melocotón o un albaricoque?". Del Ritz le traían también aquellos últimos años helado de vainilla y cerveza helada. No se puede ser más elegante, ni más impertinente, ni más estrambótico que Proust, ni siquiera yo mismo puedo serlo. Cuando Ramón Gómez de la Serna, instalado en el Café Pombo -lo que son las casualidades- inventa su célebre greguería "La morcilla es una transfusión de sangre con cebolla", está, ciertamente, haciendo ver en acto, con gran brío, las posibles relaciones entre literatura y gastronomía. Hay miles de ejemplos, clásicos y modernos, que me permitirían a mí, ahora mismo, hablar largamente de gastronomía y literatura, el más célebre y conocido de todos Uds. es, por supuesto, una cena de Baltasar del Alcázar 1530-1606: ahí aparece una vez más la morcilla: La ensalada y salpicón/ hizo fin/ ¿Qué viene ahora/ la morcilla, oh gran señora/ digna de veneración.

 


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