Hoy en día surgen la enfermedad, el estrés, la sobre exigencia, el consumo, la codicia, la ambición desmedida, la frustración, la tristeza, la soledad, la incomunicación, señalando causas profundas además de las externas del entorno, contaminación, hábitos dietéticos inadecuados como una sobresaturación de sustancias nocivas en forma de estimulantes voluntarios (café, tabaco, refrescos), hábitos alimentarios inadecuados y contaminación ambiental. En este caso el Sistema de Gran Defensa se ve superado en su capacidad de desintoxicación.
Hay que comprender que el mantenimiento de tu salud depende, en gran medida, de que seas capaz de eliminar los tóxicos por medio de unos hábitos de vida sanos. La medicina convencional, de los medicamentos químicos, nos enseña que podemos comer o beber cualquier cosa y después tomar un analgésico o antiácido. Esta es una terapia farmacológica dedicada a “callar los síntomas” a través de los cuales el organismo intenta decirnos que algo anda mal.
A través de los métodos biológicos es posible tratar, mejorar o incluso curar cualquier enfermedad, aunque debe quedarnos claro que no a todos los pacientes. Una de las premisas básicas de la medicina biológica es que no existen enfermedades sino enfermos y, por eso, la curación dependerá, en última instancia, de la capacidad de reacción y recuperación que aún tenga el paciente.
Para mejorar nuestra dieta, tenemos que reducir el consumo de sal, comer pan integral con todos sus aminoácidos, con el germen y la cáscara, utilizar aceite de oliva y suprimir el azúcar blanco refinado y sustituirlo por melazas, por ejemplo. Igualmente, una vez logrado el equilibrio, no deberíamos volver a los antiguos errores de vida: recuerda que la enfermedad es un desafío que nos ayuda a crecer y evolucionar. En la vida hay que caminar hacia delante. No retrocedamos…
El desarrollo antropológico ha implicado cambios en nuestra dieta, muchos de ellos perjudiciales. El hombre perdió el instinto en favor de la inteligencia y, en vez de cubrir sus necesidades, satisfizo los caprichos, lamenta. A ese respecto, la revolución industrial, dice, supone una inflexión en nuestras costumbres que no necesariamente se refleja en el bienestar. Se deja de comer el pan negro, por ejemplo, y se pasa a consumir masivamente productos peor procesados.
También entonces surge la tendencia a endulzarlo todo, incluso el pan o el tomate, con consecuencias muy negativas. Alfaro denuncia prácticas tan comunes como premiar a los niños con alimentos muy dulces o el abuso de las bebidas de cola y la bollería industrial. Los menores españoles padecen el mayor índice de colesterol de Europa y el tercero del mundo. Recurrir frecuentemente a las 'pizzas', las hamburguesas o el embutido también genera complicaciones. El porcentaje de obesidad infantil en nuestro país supera el 30%, lo que evidencia los errores.
En la dieta contemporánea también abundan los derivados lácteos. El ser humano es el único animal que toma leche después del destete. Los japoneses la sustituyen por la soja en todas sus variantes, e incorporan la verdura, las algas y el pescado crudo, rico en ácidos omega tres, que, sin freír o rebozar, se mantienen más enteros y son más fácilmente absorbibles por el organismo. No en vano, presentan los índices más bajos de osteoporosis.
Entre las costumbres perniciosas está el recurso excesivo a los envasados, congelados y otros prefabricados, que sacian, pero no aportan como los frescos, porque han perdido parte de sus nutrientes, lo que conduce a una mayor vulnerabilidad a las dolencias. Las carencias impiden que la inmunidad se entrene.
En cuanto al comportamiento en los fogones hay que decir que se cocina rápido y mal. Hay que recordar los modos de otras épocas, cuando se ponía el puchero a fuego lento desde muy temprano. Algunas de las prácticas de hoy son 'aberrantes'. En el sur de España es muy corriente quemar el aceite hasta que echa humo, y entonces ya es tóxico. De igual manera, los hornos de inducción y los microondas tienen un efecto nocivo sobre los nutrientes. |