Entonces, claro, hoy en día, cuando analizamos, por ejemplo, lo que era el clima político de los años 30, no nos damos cuenta que ahí, realmente, había dos ideologías totalitarias que pugnaban por destruir la democracia. Esto es una cosa que creo que no llegamos a captar del todo; es decir, tenemos muy claro que el fascismo quería destruir la democracia, pero que no vemos con la misma claridad que el comunismo también lo que quería era destruir la democracia. A mí siempre me ha parecido sobrecogedora una frase que, en cierta manera, parafraseo en esta novela, que es una frase que escribe César Muñoz Arconada, un escritor menor de la Generación del 27, que luego se exiliaría en la Unión Soviética tras la guerra civil, que era secretario de redacción de la Gaceta Literaria, la célebre revista cultural que dirigía Ernesto García Caballero. Es gracioso que un fascista y un comunista coincidieran en la dirección de esta revista. Arconada, en un artículo publicado en esta revista, dirigida a la juventud española, decía: "hoy en día solamente se puede ser fascista o comunista. Un joven no puede ser demócrata porque la democracia está corrompida, porque el sistema de partidos parlamentarios es un sistema corrupto, etc, etc." Es decir, en aquellos momentos, tanto comunismo como fascismo, querían destruir la democracia; y en la derecha y en la izquierda de aquella época concurrían naturalmente gente de tendencia muy, muy diversa.
Lo cierto es que del mismo modo que la derecha se vio subyugada, fascinada por el fascismo, por la fuerza del fascismo, que era una fuerza que, sobre todo, cautivaba a las multitudes proletarias, digámoslo así, lo mismo ocurría con el comunismo. La izquierda se dejó subyugar naturalmente por el comunismo, y esto creo que es una premisa de la que tenemos que partir. Tenemos que situarnos en aquel momento, no podemos mirarlo desde nuestra perspectiva, desde esa perspectiva que ha llegado a asimilar democráticamente ciertas tendencias de la izquierda y que, en cambio, ha condenado a perpetuidad a ciertas tendencias de la derecha que degeneraron en el fascismo.
Claro, hoy en día, muchas veces, cuando se contempla la Guerra Civil se parte de una premisa absolutamente falsa, que los republicanos son los luchadores por la libertad frente al fascismo. Hombre, no. Todo era mucho más complejo. Eso de los luchadores de la libertad frente al fascismo, no. Era, bueno, una república en la que convivían elementos democráticos, ciertamente cada vez más infiltrados y cada vez más destruidos por el acoso de los totalitarismos, y sobre todo, naturalmente, del comunismo. Y esto yo, sinceramente, creo que es una cosa que hay que afrontar con seriedad.
Desde el momento en que la afrontemos con seriedad, desde el momento en que veamos hasta qué punto se había llegado a deteriorar la democracia durante la II República, sobre todo a raíz de las elecciones del año 33. No olvidemos que Indalecio Prieto, que era un hombre del Partido Socialista, a mi modo de ver de lo mejor del Partido Socialista de la época, sin embargo, después de las elecciones del 33, lanza una amenaza: si las derechas son llamadas a formar gobierno, el partido socialista se compromete a desencadenar la revolución. Es decir, en ese momento la izquierda española estaba absolutamente fascinada -y esto no es lanzar una acusación contra la izquierda, sino simplemente intentar situarte en esa época de forma natural- por el comunismo. El comunismo, en aquel momento, ejercía un influjo fascinador sobre la izquierda, no sólo española, sino sobre la izquierda mundial. En cualquier país ocurría exactamente lo mismo. Es decir, por una parte creo que hay que situarnos en la época y analizar las cosas desde la época y darnos cuenta también de las tropelías que se cometieron en aquella época desde la derecha y desde la izquierda, y de la conspiración constante que desde la derecha y desde la izquierda se hizo contra la democracia.
Naturalmente, esto no nos lleva a justificar nada. A mí no hay cosa que más me subleve y más me repugne que estas justificaciones de la sublevación y estas justificaciones de la figura de Franco, o estas justificaciones de lo que posteriormente fuese la Dictadura. Creo que lo que hay que hacer es comprender, las cosas no justificarlas. Comprenderlas en su contexto y entender por qué ocurre; y creo que cuando se entiende por qué ocurren y las cosas que están sucediendo y los atropellos a las libertades y a las instituciones que se produjeron en tiempos de la República, a veces con la anuencia un poco irresponsable de sus gobernantes, de aquellas personas que habrían tenido que ser más celosas por el cumplimiento estricto de la legalidad. Cuando se ve todo eso uno puede llegar a comprender lo que ocurrió y, desde la comprensión, creo que se puede llegar efectivamente a hacer un ejercicio de memoria verdadero, en el cual ya no se trate de establecer una distinción entre buenos y malos; sino en el cual lleguemos a entender que, en aquel momento, los que podían defender posturas que se pudieran asimilar a lo que hoy entendemos por democráticas fueron personas absolutamente asediadas, hostigadas, expulsadas de la vida social y política del momento. Quienes impulsaron lo que entonces ocurrió eran personas que estaban absolutamente embriagadas por esta fascinación que ejercían las ideologías totalitarias.